pavoEl pavo listo

La genta dice muchas cosas de nosotros los pavos; y ninguna buena.

No, eso no es verdad. porque en días de fiesta grande--Navidad, por ejemplo— siempre hay alguien en la mayoría de las casas que, con los ojos brillantes de satisfacción, grita entusiasmado:

—¡Qué pavo más estupendo! Yo he oído decir esto más de una vez.

Pero el pavo de que esa persona hablaba no era yo—por suerte para mí--, sino otro pavo que había sido cenado minutos antes y cuyos huesos estaban repartidos entre los platos, ya faltos de interés, colocados alrededor de la mesa.

Naturalmente, a un pavo en esas condiciones le da lo mismo que digan de él lo que quieran, bueno o malo.

Además, y aunque la frase suena a elogio del pavo sacrificado —esa es la palabra justa--, yo creo que va siempre dirigida a alguna doña Luía o doña Petra que lo cocinó y significa: «¡Qué bien preparado estaba ese pavo!»; y nada más.

Bueno, vuelvo a lo que iba diciendo: la gente no dice nada bueno de nosotros los pavos.

Por ejemplo, si una persona hace tonterías le dicen que está haciendo pavadas; interesante, ¿no? Y en muchos sitios pavo y tonto son sinónimos. Hasta han inventado la palabra pavisosa para decir de una persona que no tiene ni pizca de gracia.

Cuando oigo cosas como esas me pongo rojo de indignación. ¡Ah!, esto me trae a la memoria una frase que usan mucho los humanos: subirse el pavo. ¿Qué creen que significa eso?, ¿que uno de nosotros se sube en algún sitio? No, señor; es, ni más ni menos, que a alguien se le ha puesto la cara roja de vergüenza, que se ha ruborizado. ¿No es ridículo que tengan que nombrarnos hasta para decir eso?

Pues, y esta es buena, ¿qué creen que dicen de una chica a la que en una fiesta nadie saca a bailar? Esto: que está comiendo pavo. No sé por qué. A mí me parece una tontería.

Imaginen ahora una escena romántica:

En una noche de luna llena una pareja de novios está a la reja; ella, sentada en la parte interior de la ventana; él, de pie en la parte de afuera, ¿Se están diciendo palabras de amor?, ¿hablan de un futuro feliz cuando se casen? Eso es, pero también están pelando la pava. Sí, sí, no se rían, están pelando la pava; y no me pregunten por qué dicen eso.

En fin, por la forma despectiva en que usan nuestro nombre, se ve que los humanos tienen una idea muy pobre de nosotros. Y la verdad es que no somos tan tontos como, tal vez, les parecemos. O, al menos, no todos. ¿Cómo se imaginan, si no, que yo haya sobrevivido muchos Días de Acción de Gracias, Navidades y otras fiestas de «pavo obligado» a la mesa?

Por primera y última vez voy a contar mi historia.

Cuando yo era muy joven todavía, tan sólo un pavipollo, observé que, de tiempo en tiempo, el corral donde vivía con otros muchos pavos y pavas se quedaba en cuadro (quiero decir, casi vacío); y me di cuenta de que sólo dejaban a los más jóvenes y, por eso mismo, más delgados. Y yo me preguntaba el porqué.

Un día lo supe. Me enteré de cómo acababa la historia de los ausentes y decidí que no, que yo no podía acabar como ellos... si podía evitarlo.

Dicen que los pavos somos tontos, ¿eh? Verán: Como yo sabía ya cuándo se acercaba uno de esos días de fiesta grande, cuatro o cinco semanas antes de la fecha en que sacaban a los destinados a la «celebración» yo empezaba a comer muy poco, y nada de la comida especial destinada a engordarnos.

Pasaba hambre, claro, pero cuando llegaba la hora de seleccionar a los destinados al sacrificio yo pesaba tan poco y tenía un aspecto tan poco atractivo que me dejaban de lado hasta la próxima vez.

Esa próxima vez nunca llegó y yo he llegado a viejo; ahora ni tengo que pasar hambre ni me miran con vistas al mercado porque dicen que mi carne es muy dura. Además, a fuerza de yerme aquí, y tal vez porque soy blanco y decorativo —los pavos blancos no somos muchos— me quieren y me tratan bien.

Así que, cuando oigo que un padre, para significar que su hijo está en esa edad en que, al dejar de ser niños, no saben lo que quieren y están un poco tontillos, dice que éste está en la edad del pavo, yo me río y pienso en la mía, a la que yo he llegado... y no por ser tonto precisamente.


NOTA DEL EDITOR. José Maria Iribarren en El porqué de los dichos (Madrid, Aguilar, 1962), incluye lo siguiente:

Una dueña, vieja y achacosa, ordenó a su criada que matase y pelase una pava para solemnizar la fiesta al día siguiente. Ella fue a pelarla a la reja, adonde acudió su novio. La moza se retrasaba mucho en la faena, como es de suponer. La vieja le gritaba:

—¡Muchacha!, ¿no vienes?

—Ya voy, señora; que estoy pelando la pava.

Volvía a impacientarse la dueña y gritaba:

—¡Muchacha!, ¿qué haces?

Y contestaba la aludida:

—¡Estoy pelando la pava!

CUESTIONARIO

  1. ¿Qué dice la gente de los pavos?
  2. Pero alguien dice algo bueno, ¿no?
  3. ¿Se pone contento el pavo cuando oye el elogio? ¿Por qué no?
  4. ¿Cuáles son algunas de las frases en que se menciona a los pavos?
  5. ¿Qué días son de «pavo obligado» en su casa?
  6. ¿Qué observó, cuando todavía era un pavipollo, el pavo de nuestra historia?
  7. ¿Se enteró del porqué?
  8. ¿Qué hizo para evitar acabar mal? Detalle.
  9. ¿Le salió bien su plan?
  10. ¿Qué comentario hace sobre «la edad del pavo» el de nuestra historia?

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